Marvin Minsky, Claude Shannon y Nathaniel Rochester, que marcó un hito en
la historia de la IA, sentando las bases para el desarrollo de este campo de
estudio, destacándose como un sueño ancestral hecho realidad, ya que, la
humanidad ha soñado con máquinas capaces de resolver problemas de forma
autónoma, imitando el comportamiento humano (2).
Sin embargo, no fue hasta mediados del siglo XX, con el avance de la
computación, que este anhelo comenzó a tomar forma. Dado que, la prueba de
Turing se establece como un punto de partida crucial en el desarrollo de la
inteligencia artificial (IA) (1).
El uso de la IA en la educación se ha incrementado en los últimos años,
brindando oportunidades para personalizar el aprendizaje, detectar dificultades
tempranas y ampliar el acceso a la educación. No obstante, la proliferación de
tecnologías basadas en IA también genera preocupaciones sobre la
deshonestidad académica, la falta de transparencia, la desinformación y el
monopolio del conocimiento por parte de grandes empresas tecnológicas,
debido a la posibilidad de que las personas accedan a soluciones instantáneas,
como ensayos generados por IA o respuestas a exámenes, poniendo en riesgo
el valor del aprendizaje genuino (3).
Los antecedentes históricos y el contexto actual revelan que la IA puede ser
tanto una aliada como un adversario en el ámbito educativo. Por un lado,
permite mejorar la eficiencia educativa y ofrece soluciones innovadoras para
problemas persistentes. Por otro lado, plantea dilemas éticos que requieren un
análisis profundo.
Por ejemplo, la falta de transparencia en los algoritmos de IA puede llevar a
decisiones erróneas en la evaluación de los estudiantes, perpetuando sesgos y
desigualdades. Además, la facilidad con la que se puede generar
desinformación a través de la IA, como en el caso de los deepfakes y las
noticias falsas, socava la confianza en las instituciones educativas y en el
conocimiento mismo (4).
A medida que nos adentramos en la era digital, la educación se enfrenta a un
dilema: ¿cómo integrar la IA de manera que se maximicen sus beneficios, al
tiempo que se mitigan sus riesgos? La UNESCO ha subrayado la importancia
de que los Estados miembros adopten estrategias que aprovechen el potencial
de las tecnologías de IA, garantizando su uso equitativo e inclusivo (5). Por ello,
esta tarea es compleja, ya que requiere un marco regulatorio que contemple los
desafíos éticos y prácticos que surgen con la implementación de la IA en la
educación.
En consecuencia, la IA presenta beneficios como sus desventajas. Entre las
ventajas más destacadas se encuentra la personalización del aprendizaje,
donde la IA puede analizar el estilo y ritmo de aprendizaje de cada estudiante,
creando experiencias educativas adaptadas a sus necesidades individuales.
Además, la IA permite la detección temprana de dificultades, identificando
problemas de aprendizaje en etapas iniciales y facilitando la intervención
oportuna por parte de los educadores. También se destaca el mayor acceso a
la educación, ya que la IA puede ofrecer oportunidades de aprendizaje a
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